domingo, 22 de julio de 2012

El giro


Durante muchos años, he crecido con la idea de un "deber-ser" que básicamente se resume en la idea de ser un intelectual reconocido en el campo de las ciencias sociales y ganarme la vida entre trabajando para ONGs, dedicándome a la docencia universitaria y siendo un líder de opinión pública.

A mis 38 años de edad, ya me queda claro que este "deber-ser" es un imposible dado que mi condición médica me ha impedido de continuar con una formación de post-grado acorde tales pretensiones (también me ha obstruído el acceso a contactos clave para dichos fines).

Claro, no es que hoy haya amanecido y recién realizado todo esto. Más bien es un proceso que empezó más o menos hace 10 años, cuando empecé a ver como mis colegas contemporáneos partían al exterior a realizar sus maestrías y doctorados, algunos incluso con previa incursión como catedráticos jóvenes aquí en Lima.

Entre tanto, se formó en mí un cada vez más fuerte sentimiento de angustia y frustración de quedarme estancado académica y profesionalmente.

El punto crítico de este proceso se dió, creo, cuando empecé a perder chances de emparejarme sentimentalmente debido a que las mujeres de mi rango de edad objetivo (digamos que cinco años en promedio menores que yo) buscaban -y buscan- hombres "prósperos" (definición de una amiga).

No me daba cuenta de algo que recién empecé a vislumbrar a mis 35 años de edad: que yo estaba forjando en mis quehaceres académicos y voluntarios (en mi Maestría en Derechos Humanos -acá en Lima- y en Amnistía
Internacional) un proyecto realmente innovador: construir una visión política alrededor del derecho humano al medio ambiente sano en un contexto de cambio climático.

Lo vislumbraba -como ya dije- pero no me convencía del todo a mí mismo de la importancia de lo que estaba forjando dado que aún seguía bajo ese imperativo, ese "deber-ser" del que hablé al inicio de este artículo, que básicamente respondía -y aún responde- fundamentalmente a las expectativas de mi padre.

Es recién ahora que en un momento de claridad me he dado cuenta de lo importante y urgente que es de una buena vez dejar de mirar a lo imposible y girar la vista hacia lo posible: no puedo ser un doctor en sociología o en ciencias políticas, no, pero sí puedo y quiero ser un activista político y académico en el tema en el que me estoy posicionando.

Mi tema tiene mucho futuro y debo aprovecharlo. Debo dejar de agobiarme por la frustración y apostar por lo bueno que -en medio de todo- tengo. Estoy limitado médicamente, pero no imposibilitado de realizar un proyecto en el que pienso explotar lo mejor de mí (en el ámbito público): mi talento y mi originalidad intelectual.

Ojalá consiga más temprano que tarde echar por la borda la impronta paternal -ese lastre- y volar con mis propias alas hacia mi propio cielo.

martes, 17 de julio de 2012

Insomnio

Otra noche de insomnio. Angustia. Soledad. Vacío. Culpa. Absurdidad. Inutilidad. Tristeza. Pesadez. Migraña. Frío, frío, frío .

sábado, 14 de julio de 2012

Aquel derecho verde

Hoy por hoy a muchos de nosotros nos consterna la problemática ecológica por la que atraviesa el planeta. La degradación ambiental en general y el cambio climático en particular afectan de manera severa a los ecosistemas del globo y por ende a las sociedades humanas que habitan en aquellos: epidemias, migraciones forzosas e incluso guerras por el control de recursos que empiezan a escasear -como el agua- son parte del actual panorama.

Ante esta realidad, se plantea al desarrollo sostenible como al horizonte a mirar: se trata de luchar contra la pobreza al tiempo que se preserva el medio ambiente para generaciones futuras. Suena muy sensato, pero lamentablemente es un enfoque incompleto ya que los dirigentes del desarrollo son los Estados quienes a menudo se ven tentados de centrar tal en el crecimiento económico y sacrificar bienes que para las poblaciones e individuos son valiosos en nombre del desarrollo, por ejemplo el uso ancestral de parte de los pueblos indígenas de sus territorios.

Frente a los excesos del "desarrollismo" (utilitarismo, en realidad) de los Estados se hace imperativo considerar otra perspectiva: los Derechos Humanos. Los DDHH tienen mucho que decir frente a la problemática ecológica ya que su norte es precisamente realizar la dignidad del ser humano -el valor que tiene aquél por el mero hecho de serlo- la misma que solamente puede concretarse en la armonía humano-ambiental. Me explico, todo lo humano es parte de la naturaleza (o dicho de otra forma, el ser humano vive e incluso "es" en naturaleza) aunque por su faceta de ser racional tienda a transformar a aquella.

El planteamiento del Derecho al Medio Ambiente Sano (Declaración ONU de Estocolmo de 1972) es muy claro al respecto: el ser humano es "obra y artífice del medio ambiente". Este derecho humano es clave para apuntalar el rol de los DDHH en la actual crisis ecológica ya que incide justo en el meollo del asunto al afirmar el derecho a gozar de un entorno natural saludable y al señalar que tal conlleva el deber de preservar el medio ambiente para las generaciones futuras. Desafortunadamente en la Conferencia de Rio + 20 (este año 2012), la perspectiva de Derechos no fue tomada en cuenta en su integralidad y el Derecho a un Medio Ambiente Sano ni siquiera fue incluido en el proceso de deliberaciones. Lo mismo sucede en otros foros.

Todo ello responde a una lógica utilitarista, combinada con los intereses del gran capital (que en su mirada cortoplacista depredan el ambiente sin medir las consecuencias) que presionan a los Estados a seguir considerando la crisis ecológica como un tema al margen de los DDHH. Pero tampoco hay que dejar de ser críticos con los defensores de derechos: durante mucho tiempo han permanecido ajenos a la causa ambientalista. Recién ahora están empezando a abrir los ojos y entendiendo cuán importante es aquella para la meta de la dignidad humana, es hora de despertar de una buena vez y actuar con la firmeza que la circunstancia amerita.

miércoles, 11 de julio de 2012

El medio año 2012

Hoy 11 de Julio estoy finalizando el semestre 2012-I. Ello me congratula por un lado, ya que he podido aprobar dos cursos en la maestría que estoy llevando, pero por otro lado me llena de angustia de cara a las nuevas responsabilidades que me esperan.

Sucede que estoy a puertas de estrenarme como profesor en la U.César Vallejo y acontece también que en Amnistía Internacional-Perú me han propuesto ser asesor en el tema de Derechos Humanos y Cambio Climático.

Lo primero me estresa, tanto por el tener que preparar todo un curso, como por el hecho de la ubicación y horario de trabajo: en el cono norte de Lima (a 1 hora o un poco más de donde vivo, en taxi) y de 8 a 12 de la mañana. Estos dos últimos factores combinados implican una gran exigencia física considerando mi condición médica.

Lo segundo confieso que me tensa por temor a no estar a la altura del reto, de no ser el especialista que otros creen que puedo ser. También me deja una duda, con sabor a amargura, por la posibilidad de -una vez mas- hacer trabajo voluntario para AI (¡Siento que ya he hecho demasiado voluntariado en Amnistía!).

Y finalmente, algo que me estaba olvidando de comentar: debo continuar con mis estudios de postgrado, cuando menos con un curso. Con todo ello, el 2012-II se avizora como un semestre de encierro laboral y académico, de agobio y de desespero (por no ganarme la vida de una buena vez -a todo esto, en la UCV pagan una miseria-). Espero equivocarme. Al menos parcialmente.